Historias de un Chairo



Historias de un Chairo.

1.-

Por las mañanas, un Chairo tiene dos perspectivas diferentes para iniciar el día.

Uno se levanta apartando como siempre los últimos girones del sueño, pero dispuesto a tomar baño y desayuno, como remedios infalible para afrontar con valor la jornada que espera, una vez cruzada de la puerta de salida. Y es en ese espacio de arreglo y alimento, cuando se presenta la primera opción interesante: la conferencia mañanera del presidente. Por espacio de una hora poco más o menos, Andrés Manuel informa de las acciones emprendidas y actividades por emprender, respondiendo al final del evento las preguntas abiertas de los reporteros que cubren la fuente en Palacio Nacional. Las causas y motivos te quedan claros entonces, pues no solo se presentan datos, sino que se aclaran las dudas que surgen, sobre las actividades que requieren una mayor precisión. Los reporteros son los encargados de tocar esos puntos oscuros, para que todo quede suficientemente explicado.

Sales de casa y llevas la confianza de que las cosas en México están marchando bien. Hay autoridades que de entrada, se declaran abiertamente enemigas de la corrupción e impunidad. Hay acciones de cambio, que se te explican de una manera sencilla y accesible. Entiendes lo que sucede en el país y te sientes confiado por esta transformación.

Después, en el trayecto al trabajo, es el zumbido insistente de personajes menores, que te pintan una realidad nacional, que en nada se parece a lo que acabas de escuchar, por boca del presidente y los miembros de su gabinete. Es el canto complicado, viejo, cansado, de los comunicadores de siempre, que te hablan de macroeconomía, indicadores, calificadoras, perspectivas, capitales temerosos que pueden salir del país, etc. Todo el cambio que hoy vive México, es anuncio de derrota para ellos. Las cosas no pueden salir bien. La catástrofe no se ve aún, pero está ahí, amenazante, agazapada. Y ya sea en radio, periódicos impresos, o televisión, el mensaje es el mismo: una descalificación general a la transformación y una añoranza por la forma de gobernar que tenían los que hoy están derrotados, en minoría y sin voz propia ante el ciudadano. El coro de informadores solidaros con los caídos, son la voz de quienes permanecen aún en la lona, conmocionados y recibiendo los primeros (o los últimos) auxilios.

Llegas al trabajo después haber escuchado ambas versiones y no puedes dejar de pensar que tus compañeros y tú, tienen los mismos escenarios en la cabeza esa mañana: por un lado, la voz firme clara y entendible de Andrés Manuel, que respalda el trabajo realizado durante la jornada anterior. De la otra parte, los anuncios oscuros, las profecías sobre tiempos malos que están por llegar (aunque nunca llegan), las palabras de los "expertos", de "los que saben", de "los que entienden" y que están negadas a generar escenarios favorables al actual gobierno. Peña Nieto era de una efectividad casi divina, en contraste con la impericia que ven ellos en el gobierno de Andrés Manuel.

Es entonces cuando pones punto final al asunto, de la manera más sana posible, antes de iniciar tus actividades. Una taza de café caliente al lado y la revisión real de lo que vives actualmente. Abres la cartera y tomas tu último talón de pago. Sí, ahí está registrado el aumento de sueldo que recibiste recientemente. Recuerdas la felicidad de tu mamá con el incremento al doble, en su pensión de adulto mayor. Ni un gasolinazo, como se había prometido. Los precios de los alimentos, sin incrementos reales. Eso no te lo dice nadie. Eso es lo que te consta a ti.

Te das cuenta de que las palabras pueden entrar por ventanas diferentes y cada una de ellas intenta arrullarnos como el canto de las míticas sirenas. Alguna dirá la verdad y las demás serán sonido hueco y sin fundamento. Pero la realidad palpable, la que vives a diario, da objetividad y peso, a quien con hechos respalda lo que expresa.

Entonces puedo iniciar las tareas del día, con plena confianza. Apreciar la misma tranquilidad en los demás compañeros. Al parecer, no eres ahí el único chairo.


Malthus Gamba.



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