Cuentos de un Chairo.- Un periodista Fifí.- Malthus Gamba


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¿A quién no le gusta la buena vida? ¿Hay alguien que se niegue a llevar una existencia donde las privaciones y carencias, estén excluidas definitivamente del horizonte personal? No lo creo.

Pienso que todos los que hablan de honestidad, profesionalismo y honorabilidad, nunca han tenido la oportunidad de salir del triste agujero de sus vidas y se resignan a vivir con lo poco que les tocó en suerte. La fortuna no puso a su alcance la ocasión que todo hombre espera, para dar un giro definitivo a su destino.

Yo soy de los casos especiales, donde una sola acción tomada con valor y coraje, propició que mi existencia se moviera del oscuro anonimato que me estaba destinado, al brillante presente y provenir que aseguré con un simple "sí", dicho a tiempo.

Soy periodista y tengo ya algunos años practicando el oficio. Hoy me consideran una de las plumas más sobresalientes en la prensa nacional. Tengo presencia también en medios electrónicos y poseo mi portal personal en redes sociales. Triunfo y soy reconocido por quienes comparten el tipo de fortuna que me deparó el destino.

Hoy, muchos de mis compañeros de armas se sienten incómodos y lastimados, por las formas que adopta el nuevo gobierno. Les molesta que parte de los privilegios que habían conseguido, durante la etapa neoliberal en el país, terminen con la política de austeridad implementada por López Obrador. Se revelan inútilmente ante este hecho, que es irreversible si consideramos que Andrés Manuel es un personaje honesto y no va cambiar de idea, por mucho que se le critique. Se pierden algunos beneficios económicos, es cierto. Pero seguimos siendo un segmento social privilegiado.

Aquí tengo que contar mi experiencia personal, para que se entienda bien de lo que hablo. Hace varios años, era yo un periodista del montón, con facultades y características sobresalientes si se quiere, pero del montón al fin y al cabo. Ambición y buenos reflejos, hacen al buen periodista. Trabajaba como todos en el medio, con recursos limitados y en horarios que saben de tiempos de entrada, pero nunca de horas de salida. Prosperaba de a poco y abría un camino personal, en el que me fui distinguiendo del resto de mis compañeros. Encontré un estilo y una voz propia que fueron definitivos para mi ingreso a las grandes ligas.

Alguien se fijó en mi persona, seguramente por las características que he señalado y me contrató dentro de un medio con cobertura nacional. Pasé la prueba inicial satisfactoriamente y me hice de una columna diaria, en la que daba cuenta del acontecer político, con ese estilo peculiar del que he hablado. En ese diario, como en todos, existe una marcada línea editorial. Ésta era a favor del gobierno neoliberal en turno. Así que mi trabajo debía estar en sintonía con esa línea.

El estilo periodístico lo pone cada persona; la línea la marca el diario. El momento clave en mi vida, se presentó el día en que me propusieron diseñar estrategias informativas, que apoyaran al gobierno neoliberal de aquellos años y que al mismo tiempo desgastaran imagen y proyectos nacidos de una izquierda en formación, encabezada por López Obrador y lo que después sería Morena. No tuve que pensarlo. Acepté inmediatamente. Yo conocía para entonces a políticos, empresarios y demás personajes importantes dentro de la vida nacional. Conocía sus formas de vida y sus gustos. ¿Por qué negarme un estilo de vida similar al que ellos disfrutaban? Tenía un talento particular para escribir, había conseguido un prestigio personal y lo único que faltaba era dar ese paso hacia adelante, para formar parte de los privilegiados, de los favorecidos por la vida. Y lo di.

Desde entonces, no es de mi interés si gana o pierde el neoliberalismo. Tampoco me interesa el cambio que propone López Obrador. Estoy enfocado totalmente en realizar de la mejor forma posible el encargo para el cual fui contratado. Sin preocuparme mucho en el fondo de los hechos, dedico mis horas de trabajo a señalar fallas que me invento sobre la política que lleva el actual gobierno. Solo necesito un hecho cualquiera para encontrarle posibles defectos. De igual modo, proclamo sin pudor que, en tiempos neoliberales, todo se movía concertadamente, sin pretender llevar al país a niveles e ingobernabilidad, como sucede en Venezuela, país al que, dicho sea de paso, ni siquiera conozco.

El momento definitivo en mi vida, fue aquel en que pude comprender con toda claridad que, en el fondo, mi alma es la de un mercenario. Nací para eso. Las causas nobles no producen beneficios. Lo que llaman honestidad y honradez, son formas que tampoco procuran bienestar y disponibilidad de recursos, tal y como yo los requiero. Por eso escribo lo que me es encomendada, sin preocuparme demasiado en los intereses de neoliberales o gobernantes. Mi beneficio particular está siempre por delante.

Si en un momento determinado Morena pagara más de lo que recibo en este momento, no tendría inconveniente en escribir en apoyo al gobierno del cambio. Se que no sucederá, pero podría hacerlo. Ese es el punto.

Se que a algunos de mis compañeros periodistas les incomoda que los llamen "chayoteros" o "Fifís". Yo no tengo ese problema. A mi pueden llamarme como mejor le guste, mientras reciba el pago mensual acordado.

Sé también que no soy un ejemplo de virtud para las nuevas generaciones. Mi comportamiento deja mucho que desear. Y, sin embargo, soy la prueba tangible de lo que produjo el neoliberalismo, con su concepto de competencia y libre mercado. Soy un producto, que tiene demanda. Me vendo al mejor precio y procuro que quien me paga, reciba los beneficios que buscaba al contratarme.

Mientras existan los conservadores, habrá oportunidades para mi y para quienes tienen el mismo sentido de mercado que me distingue. Es la base del sistema neoliberal: si hay demanda, hay oferta. Y yo estoy a sus órdenes.


Malthus Gamba  

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