Cuentos de un Chairo.- El laberinto político.- Malthus Gamba

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Recordó una de las fijaciones de Borges. Uno de los elementos recurrentes en varios de sus cuentos. El laberinto como misterio insondable.

Las posibilidades de salir airoso de la prueba, o perderse irremediablemente y para siempre. Recordó la regla que rige para todo laberinto, según algunos entendidos en el tema: torcer en cada vuelta a la izquierda.

En uno de los cuentos más destacados de Borges "El Jardín de Senderos que se Bifurcan", el laberinto es una trayectoria diseñada para dirigir al protagonista de la historia hacia su destino final: la muerte. Las pistas que se dejan en el camino, tienen la intención de conducirlo a su irreversible destino. Al final, quien se prepara a morir, habla con su verdugo de un antiguo laberinto, que consta solo de una línea, seccionada en determinados tramos, por los cuales se desplaza quien intenta llegar a una meta desconocida. El verdugo le asegura que, en un improbable encuentro futuro, usará ese laberinto para asesinarlo nuevamente. Y dispara.

¿Por qué hoy le viene a la mente el laberinto? Por el cambio político y por las figuras que han desfilado en estos últimos tiempos, en ese escenario.

Piensa que la política es una especie de laberinto, donde hay vueltas a derecha e izquierda. No hay camino definido, ni meta que pueda anticiparse. Cada competidor, transita en ese enorme acertijo y decide sus movimientos sin tener la seguridad de dirigirse a sitio seguro. La política es la casa del minotauro, quien puede saltar desde un oscuro rincón, o darnos alcance en cualquier vuelta del camino.

Piensa en el caso de Vargas Llosa, impecable escritor de novelas, que tiene años recorriendo las galerías de ese laberinto político, sintiendo que va por el camino correcto, sin reparar en que cada vez se aleja más de la salida. El laberinto aquí se vuelve engañoso, para quien no tiene las capacidades necesarias para entenderlo. Sonríe al pensar en Vicente Fox, displicente presidente dedicado más a los negocios personales, que al cumplimiento del encargo que le otorgó el pueblo. Dentro del laberinto, pretende aún con sus pocas fuerzas avanzar un tramo de cuando en cuando, pero las limitadas capacidades mentales de que dispuso siempre, lo hacen regresar invariablemente, al punto de origen. Para salir airoso de la prueba del laberinto político se requiere, aparte de conocimiento, valor y voluntad, una capacidad intelectual que no todos poseen.

Y aún contando con todos los elementos a su favor, es fácil perderse en los mil caminos que se abren a cada paso. Hay políticos como Ricardo Anaya, que recorren galerías y galerías sin mayor esfuerzo, pero que a la hora en que parecen alcanzar la meta, dan un giro inconveniente muy a la derecha y se topan con un sendero que los lleva de nuevo al punto de partida.

La política es el gran laberinto de muchas existencias. Es casi tan complejo como lo es la vida misma. Solo unos pocos consiguen terminar el recorrido, sin sufrir mayores consecuencias.

Al final, retoma la idea original que lo llevo a esta serie de reflexiones. Le parece ver que, la principal virtud para salir con bien de ese complicado acertijo, es la perseverancia. Solo quien se pierde una y otra vez, conservando el deseo de salir adelante, tiene posibilidades de encontrar la solución correcta al laberinto.

Ve nuevamente las fotografías del López Obrador joven, fuerte, con todas las posibilidades por delante, pero con una predisposición para encontrar al minotauro obstruyendo su paso, a cada vuelta del recorrido.

Cuando había realizado los méritos suficientes para reclamar el triunfo, la bestia negaba el acceso a la salida y lo enviaba de regreso al punto de inicio. Eso hubiera desalentado a cualquier otro, pero no a Andrés Manuel. ¿Cuántas veces necesito rearmarse de valor y coraje, para afrontar la prueba nuevamente?

El laberinto político está lleno de pequeñas construcciones, donde habitan aquellos que se dieron por vencidos, prefiriendo rendirse ante una prueba que superó por mucho sus esfuerzos. Viven ahí, sin pensar más en la salida. Saben que no la encontrarán ya, aceptan su derrota y sobreviven del mejor modo en su pequeño espacio.

Después de años de intentar una y otra vez alcanzar la meta, Andrés Manuel, no solo derrota al minotauro y consigue salir del laberinto. Domina en adelante todo el terreno, derrumba muros, abre caminos y expulsa a la estirpe política asentada en cada galería. Da muerte al mítico minotauro, al que se creía invencible y determina que, en adelante, no habrá más prueba que obligue a un hombre a afrontar caminos torcidos dentro de una construcción abominable, construida para perder al hombre.

La política adquiere nueva dimensión. Deja de ser el camino oscuro donde se pierden muchos. Al alcanzar la meta, se destruye no solo el edificio señalado, sino que se da paso a una nueva época, donde el camino recto es la única vía posible.

La política es una necesidad humana; parte de la actividad cotidiana. Pero debe darse con reglas claras y en terreno firme. Jamás debe ser un laberinto, donde los hombres se pierdan en todos los sentidos.


Malthus Gamba

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